Guibert Englebienne. “Supongamos que pausamos la inteligencia artificial, ¿China lo hará?”

Hay galletas y tortilla de papas para picar, un metegol al que nadie está jugando, mensajes motivacionales en inglés colgados de la pared, y decenas de empleados, en su mayoría jóvenes, repartidos entre los que conversan en salas de reuniones de colores llamativos y los que lo hacen frente a la pantalla de la computadora con los auriculares puestos. Si un visitante despistado entrara en la estancia y atara cabos, podría deducir que se encuentra en la sede de una empresa tecnológica. Se llama Globant, nació en la Argentina hace 20 años, tiene más de 27.000 trabajadores y oficinas en Madrid, Barcelona, Málaga o Logroño, aunque la mayoría de su negocio viene de Estados Unidos. Hace unos días valía algo más de 7100 millones de euros en Bolsa, unos cientos de millones más que unos días atrás, porque acaba de publicar resultados y el aumento de los ingresos trimestrales ha gustado al mercado.

Uno de sus fundadores, el argentino Guibert Englebienne, marplatense de 56 años y nombre belga por su padre valón, está de paso por el cuartel general de la compañía, en la planta 17 del edificio Torre Europa, en pleno centro financiero de la capital de España. Cita tres hitos para el crecimiento de la firma –”big bangs”, los llama– desde que fue ideada en un bar de Buenos Aires a la multinacional del software y la consultoría digital que es hoy: el acuerdo con Google en 2006 para ayudarle a desarrollar software, la alianza con Disney en 2009 para reinventar la experiencia en sus parques, y el salto a la inteligencia artificial (IA) hace ocho años, mucho antes de que ChatGPT copara portadas y alentara todo tipo de predicciones y distopías.

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–¿Cómo utilizan la inteligencia artificial?

–Nuestra humanidad es amplificada por la IA. Un montón de nuestras tareas las hacemos apoyándonos en ella, desde cómo reclutamos, cómo armamos equipos o cómo generamos una compañía con una cultura más fuerte. Pero también está en el corazón de nuestro negocio, que es el desarrollo de software: programamos, testeamos y entendemos el código más rápido. Globant es una compañía híbrida donde humanos e IA se asocian para ser mejores.

–Muchas tecnológicas están despidiendo, y se dice que la IA va a hacer que se necesiten menos trabajadores.

–Se utiliza como excusa, es más el contexto macro. En nuestro caso, no hemos despedido. Con la IA los empleos van a cambiar, pero toda revolución genera cambios importantes. Nos gustan los beneficios de la Revolución Industrial, y no estuvo exenta de cambios, pero somos muy positivos acerca del impacto de la IA. Nos va a permitir aumentar muchísimo la productividad. Determinadas cosas las haremos mucho más rápido, y seguramente tendremos ideas para seguir haciendo otras. La IA está en boca de todos porque el 30 de noviembre OpenAI lanzó ChatGPT. Lo que sucedió ese día fue sorprendente en varios sentidos: se puso un modelo de lenguaje que ya existía en una interfaz que lo hizo accesible. Para conversar con la IA uso mi propio lenguaje. No requiere nada más que tener acceso a un internet que ya existe para poder conversar.

–Su crecimiento está siendo meteórico.

–Para mí es comparable al nacimiento de internet. Incluso tiene una velocidad de adopción mucho más grande. Para que internet fuese popular era necesario conectarse, tener hardware, líneas que llegaban a tu hogar… Tardó su tiempo en desarrollarse. Hoy, sobre la infraestructura que tenemos, y conversando en un lenguaje que entiendes tú, entiende tu madre y tu abuela, todo el mundo tiene el mismo acceso a poder usarlo. Eso acelera muchísimo la adopción. ChatGPT llega al millón de usuarios en solo cinco días, cosa que a las redes sociales les tomó muchísimo más tiempo.

–Cuando ve a Elon Musk y otros grandes nombres del sector pedir una pausa en la IA, ¿qué piensa?

Que muchos jugadores estén pidiendo hoy una pausa me recuerda a la resistencia al cambio cuando el progreso viene. A lo largo de la historia la mejor receta para progresar ha sido abrazar el cambio. No tenemos instituciones para regular la IA. Cuando apareció la clonación había instituciones para prohibirla. Nuestros gobiernos conocen bastante poco sobre el tema. El otro desafío es la disparidad que podemos generar. Italia bloqueó el uso de ChatGPT, y eso puso a las compañías italianas en desventaja frente a las de otros lugares que sí tienen acceso. Te estás autolesionando por regularlo. Supongamos que pusiéramos una pausa. ¿Los chinos la van a poner? Hay temas geopolíticos importantes.

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–¿No hay riesgo de que se cree una cierta burbuja en torno a la IA, o que algunos exageren sus beneficios?

Hay un gap, como en toda tendencia emergente, entre lo que se habla y lo que efectivamente se hace. Sin embargo, las tendencias en general tienen ciclos. Y esta ya los ha pasado. Yo estudiaba IA en los años 80, y había comenzado incluso antes. Va y viene. Lo que hace diferente esta nueva ola es que la enorme disponibilidad de datos que generaron las redes sociales y la capacidad de procesamiento desarrollada a través de la industria del gaming con los procesadores gráficos, habilitan el entrenamiento de grandes redes neuronales que simulan un cerebro humano y tienen unos resultados mucho mejores que otras formas de IA que veíamos en el pasado. Le damos toneladas de datos a un sistema y la computadora empieza a aprender por sí sola como lo hacemos nosotros cuando nacemos y entrenamos nuestras neuronas.

–¿Hay riesgos para la propiedad intelectual?

–Si veo la Gioconda y hago un cuadro inspirado en él, no hay un problema de copyright. Aunque es cierto que hay un montón de aspectos legales y éticos alrededor de esto. Hemos sido los fundadores de una alianza que une a expertos, universidades y fondos de inversión para apoyar a emprendedores para atacar los efectos colaterales que la tecnología trae. Hoy, después de 15 o 16 años expuestos a las redes sociales, podemos identificar que el tiempo de adicción en pantalla, el ciberacoso, la polarización que genera la información que consumimos o el uso de dispositivos mientras se conduce tiene efectos colaterales. Con la IA hicimos lo mismo: lanzamos un manifiesto que dice que debemos cuidar el tipo de datos que usamos para entrenar los sistemas, dar transparencia y explicar qué datos utilizamos.

–Globant fue creada en la Argentina, ¿es más difícil empezar allí?

–La Argentina es el lugar de donde más unicornios han salido en América Latina. Más allá de las dificultades económicas que la Argentina siempre propone. La capacidad de los emprendedores argentinos se destaca. Es un gran lugar para emprender. Muchas veces la carencia de ciertas cosas te hace pensar en otras. En áreas como las criptomonedas hay un montón de proyectos muy interesantes.

–Cuando hablamos de emprendedores tecnológicos se tiende a resaltar la épica del garaje, ¿hay romantización o de verdad es así?

–Nosotros comenzamos en un bar con 5000 dólares y la bendición del barman. Y llegamos a tener unos 150 globers [trabajadores de la empresa] para cuando recibimos la primera ronda de financiación, en 2005. Los emprendedores a veces ponen el foco equivocado en buscar el capital y lo ponen de excusa. Cuando uno tiene la capacidad de hacer un negocio pequeño pero rentable, y hacer que eso vaya desarrollando el negocio, te permite demorar en el tiempo la primera ronda de capital y diluirte menos.

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