“Queremos cambiar la imagen que Occidente tiene de China”, dice un alto ejecutivo de ese país a LA NACION, en la sede de sus vanguardistas oficinas, en Beijing. Agrega que “los medios occidentales difunden una imagen de China que no es real y generan una visión errónea de este país. Esto es lo que somos y espero que se pueda transmitir”.
Se refiere a lo que considera “mala prensa” por parte de diversos medios occidentales, que reflejan la puja de poder entre Estados Unidos y China, pero con una mirada favorable a occidente. Cuando se le pregunta por qué piensa que sucede esto, dice que “Estados Unidos y algunos países de Europa, entre otros, tienen interés en que China frene su desarrollo y crecimiento”, y que por eso “se da una visión direccionada que transmite a la gente una mala imagen. China es esto. Hay que venir para verlo con los propios ojos y entender que no somos eso que dicen de nosotros”, asegura durante una breve charla con LA NACION.
Aunque los hombres y mujeres de negocios no suelen (o no pueden) brindar declaraciones políticas, no es el único ejecutivo chino que habla en estos términos. Hay una idea generalizada de que el país es maltratado en el exterior, sobre todo en Estados Unidos.
Sin embargo, a pesar de la escalada entre ambas naciones, que se ve reflejada tanto en palabras como en acciones concretas, el llamado “desacople” entre Estados Unidos y China se da más en palabras que en hechos.
Según datos oficiales de Estados Unidos, los dos países tuvieron en 2022 un récord en el comercio bilateral anual que llegó a US$690.600 millones. Estados Unidos exportó US$2400 millones más que en 2021, por un total de US$153.800 millones, mientras que China le vendió por US$31.800 millones más, por un total de US$536.000 millones.
China podría ser la economía más grande del mundo en 2035, según un informe de Goldman Sachs. Es una potencia económica que no para de trabajar para crecer, con inversiones tanto externas como internas. Un total de 11.000 nuevas empresas con inversión extranjera se establecieron en el período enero-marzo. Fue un aumento interanual del 7,6%, según datos oficiales. Solo en marzo, China validó la apertura de 4818 empresas con inversión foránea, un 44% más que un año atrás. Elevó el número total de estas firmas a 675.000. Por el otro, es un país comunista con controles extremos sobre la población.
“Lo que en el mundo está claro es que ha prevalecido, más allá de los regímenes políticos, el capitalismo como sistema de producción”, dice el analista de comercio internacional Marcelo Elizondo. “Incluso los países no democráticos, como China, han adoptado este sistema. Existen capitalismos autonomistas, con empresas con mucha libertad para actuar, o capitalismos más tutelados, con empresas que actúan con criterio capitalista de mercado, pero sometidas a más monitoreo y control. Este es el modelo chino”.
Agrega que las diputas geopolíticas entre países que tienen distintos modelos de organización, democráticos y autocráticos, no han impedido relaciones entre empresas. “La condición de adversario no quita la condición de cliente. El capitalismo ha hecho que las empresas tengan una lógica de acción indetenible, aunque no se puede dejar de analizar que, a través de disputas geopolíticas, comienzan a verse regionalismos en función de afinidades políticas”, sostiene el economista.
Se acortan las distancias
Shanghái y Buenos Aires son las dos ciudades más distantes del planeta. Desde la Argentina, llegar implica tomarse dos aviones con una escala en el medio. El primer trayecto es de 13 horas y el segundo, de 11. Se llega a contrarreloj: cuando en la Argentina son las 12 de la noche, en China son las 11 de la mañana del día siguiente: cuando un país duerme, el otro está en pleno horario laboral.
Además de la distancia geográfica, ambas naciones tienen una diferencia en cuanto al sistema político. La República Popular China es gobernada por un único Partido Comunista, que cumplió 100 años en 2021 y tiene 95 millones de afiliados. Cada 5 años, algunos representantes de las provincias eligen quién va a ser el presidente. En marzo se ratificó a Xi Jinping en esta posición. El líder también es el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China, que fija las políticas de un “socialismo con características chinas”, según definen los medios locales.
Como contraparte a un comunismo “a la manera china”, basta recorrer algunos shoppings de alta gama para ver que proliferan las vidrieras de marcas de lujo como Gucci, Tesla, Dior, Saint Laurent, Fendi, Balmain, Bally y muchas más.
En la última reunión del Buró Político del Comité Central, se habló de “otorgar más importancia a la atracción de inversión extranjera”. El país tiene planes quinquenales que deben cumplirse y que marcan los objetivos de desarrollo. Entre ellos, que la gente tenga más plata en el bolsillo y una mejor calidad de vida. Las obras de infraestructura no paran: trenes de alta velocidad, construcción por todas partes, rutas seguras.
Además, la iniciativa china llamada la Franja y la Ruta (IFR), conocida como la “nueva ruta de la seda”, tiene un fondo de US$40.000 millones para proyectos a nivel internacional, muchos de infraestructura. Hoy son 146 países los que firmaron un acuerdo de inversión, entre ellos, la Argentina.
En la Argentina, con inversiones ya realizadas por aproximadamente US$25.000 millones, según datos de la Cámara Argentino-China, existen más de 30 proyectos que abarcan diferentes industrias (minería, petróleo, energía hidroeléctrica, energía solar, biodiesel, telecomunicaciones, entre otras). También tiene interés en quedarse con la próxima y postergada licitación de la Hidrovía, un negocio clave con varios interesados.
No hay dudas de que es un jugador importante para la Argentina. La reciente puesta en marcha del swap para nuetrir de reservas el Banco Central es una muestra de ello.
Progreso, crecimiento y control extremo
En Beijing viven casi 22 millones de personas. En los últimos 30 años esta ciudad fue testigo de una enorme transformación, con la construcción de altísimos edificios y rodeada de 7 anillos de autopistas. Es la cuna de más de 90 unicornios, entre ellos ByteDance, creadora de TikTok.
Hay presencia de cámaras en todas partes como guardianas de la seguridad, pero también del control extremo.
Los medios son estatales y están concentrados en un edificio moderno al que los locales llaman “el pantalón”, por su forma. El último informe de Reporteros sin Fronteras, de principios de este mes, advierte que Corea del Norte está en el último puesto (180) de su ranking anual sobre libertad de prensa y China (179), en el penúltimo.
Son los peores países para libertad de expresión del mundo, según la entidad. Como ejemplo, los locales dicen hoy que “no pueden” hablar o manifestarse sobre “el hombre del tanque”, ni de aquella manifestación seguida de muerte ocurrida en la Plaza Tiananmen el 5 de junio de 1989 cuando, en el marco de masivas protestas contra el régimen, un hombre se paró frente a los tanques enviados por el Gobierno para poner fin a la protesta. La famosa foto del “hombre del tanque” ganó el premio World Press Photo.
Como una “Gran Muralla” tecnológica, las redes y buscadores que son de uso cotidiano en Occidente, en China no funcionan, están bloqueadas, incluso WhatsApp. Para comunicarse, hay que bajarse una aplicación llamada WeChat, cuyo contenido también está regulado y puede ser bloqueado, que es china y que usan más de 1000 millones de personas.
Para poder acceder a ella se necesita que alguien que la tenga recomiende al nuevo aplicante. Claro que está la posibilidad de bajarse una aplicación llamada VPN que logra “simular” que el teléfono está en otro país, pero es una pelea con los controles chinos, que llevan a que a veces haya conexión, y a veces, no.
China tiene una sociedad enojada con las extremas medidas de encierro que se tomaron por el Covid (que ya están normalizadas), pero que también declara que, con un ingreso anual de US$12.000 per cápita, tiene la capacidad de ahorro más grande de su historia.
La tasa de delito es muy baja. Según los números que registra el Banco Mundial (BM), en 2021 había un homicidio cada 100.000 habitantes, mientras que en la Argentina esa cifra se multiplicaba por 5 en el mismo año. Por otra parte, la tasa de pobreza del China es del 0,1% sobre la base de US$1,90 por día establecida por el BM. En 2021, según las cifras del Banco Mundial, el PBI fue de 17,75 billones de dólares (1,21 billones en 2000). El crecimiento fue enorme.
“Acá, el que no trabaja, no cobra”, afirma un guía local. El desempleo fue del 5,3% en marzo, mientras que la inflación se mantiene en un 1% anual.
Comercio exterior
En la revista China Hoy, Yu Miaojie, rector de la Universidad de Liaoning, pronosticó que el comercio exterior seguiría siendo el motor más importante para el crecimiento económico de China. Con un incremento de entre un 2 % y un 5 %. Según la OMC, la exportación de bienes en 2021 fue de US$3.363.800 millones y la importación fue de US$2.688.600 millones, mientras que las exportaciones e importaciones de servicios en 2021 llegaron a los US$ 90.600 millones y US$438.000 millones respectivamente.
Son 1400 millones los habitantes de China, nada menos que el 22% de la población mundial. Es el cuarto país más grande del mundo por la extensión de su territorio, pero solo un 14% es cultivable. “De ahí la necesidad de importar materias primas”, dice un trabajo de la Cámara Argentino China. Con unos 500 millones de personas que tienen un nivel de consumo más acomodado, es el segundo socio comercial de la Argentina, después de Brasil. En 2021 la balanza comercial registró un saldo a favor para China de US$7238 millones, mientras que, en 2022, fue de US$9494 millones. El 21,5% de las importaciones provienen de este país, mientras que hacia allá van el 9,1% de las exportaciones argentinas.
Según explica Maximiliano De Filippi, tercer secretario de la embajada argentina en China, una de las grandes oportunidades que tiene el país es venderle a China cobre, plata, litio, y otros elementos del sector de la minería, que todavía tiene poco desarrollo. También combustible. Así se podría disminuir el déficit comercial con China, según el funcionario.
China importa commodities, sobre todo y tiene altos aranceles para productos elaborados. Por ejemplo, la harina de trigo argentina tiene un arancel de entre el 60 y el 65%; la polenta, uno del 40%. Hay otros productos con una puerta de entrada más económica, como las aceitunas, un 5%, el aceite de oliva, 10% o las pastas al huevo, 10%. La Argentina le compra a China sobre todo tecnología y maquinaria.
“Tienen un papel relevante los tratados internacionales que pueda firmar el Gobierno Argentino para que ambos países reduzcan los aranceles de importación”, se aconseja en el informe de la cámara. Un acuerdo entre los socios del Mercosur para realizar un tratado de libre comercio sería el camino para poner en marcha esta iniciativa que necesita consensos que aún no se lograron.