Los argentinos acusados en Eslovenia de espiar para Rusia quedaron contra las cuerdas, mientras que sus hijos, nacidos en la Argentina y menores de edad, permanecen bajo custodia de las autoridades locales, confirmaron funcionarios y fuentes eslovenas a LA NACION.
La Fiscalía eslovena formalizó la acusación contra Ludwig Gisch y María Rosa Mayer Muños, el enigmático matrimonio con pasaporte argentino sospechado de trabajar en las sombras para el régimen de Vladimir Putin desde hace años. Ambos permanecen incomunicados y detenidos en celdas de máxima seguridad a la espera del juicio oral, cuya fecha de inicio no trascendió.
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El arresto y procesamiento de Gisch y Mayer Muños dejó en un limbo a sus hijos, de 7 y 9 años, quienes permanecen en Ljubljana, la capital del país, sin que ningún abuelo, tío u otro pariente se haya presentado ante las autoridades para reclamar su custodia.
Ambos menores –un niño y una niña- permanecen bajo la tutela de las autoridades eslovenas desde diciembre pasado, cuando tropas especiales arrestaron a sus padres, según reconstruyó LA NACION. Viven en un hogar especial, con supervisión de asistentes sociales y psicólogos, que los asisten cuando no se encuentran en la escuela.
La Cancillería argentina, en tanto, ya contactó a su contraparte eslovena, aunque debe avanzar con cautela. Entre otros motivos, porque la investigación se instruye bajo secreto de sumario y el matrimonio podría integrar las negociaciones secretas para un intercambio de espías entre Rusia y potencias europeas, según informó el diario inglés The Guardian, semanas atrás.
“Podemos confirmarle que la Oficina del Fiscal de Distrito en Ljubljana ha presentado una acusación ante el tribunal competente de la capital en este caso, que se está investigando de acuerdo a las disposiciones establecidas con la Ley de Enjuiciamiento Criminal”, indicaron fuentes oficiales eslovenas a LA NACION.
Desde la propia Fiscalía, en tanto, evitaron confirmar o desmentir cualquier otro dato. “La instrucción de este caso está clasificado como confidencial y, por tanto, no puedo informarle ningún otro detalle”, se excusó la fiscal jefa del distrito, a cargo de la acusación, Katarina Bergant, a LA NACION.
Bergant sí aclaró, sin embargo, que “el proceso [de tutela] de los hijos no es parte integral de nuestro procedimiento criminal” contra sus padres, aunque de inmediato también se abstuvo de aportar más precisiones. “No estoy autorizada, ni estoy totalmente informada, sobre las consultas que usted me plantea”.
LA NACION, cabe aclarar, había contactado a la fiscal Bergant para consultarle dónde se encontraban alojados ambos menores, que son argentinos nativos, como así también qué organismo público o privado estaba a cargo de ellos, y si algún pariente por el lado paterno o materno había mostrado interés por ellos.
Siete meses, cero contacto
Desde la capital eslovena, extraoficialmente, trascendió que la respuesta a esa última consulta es negativa. Nadie se presentó a pedir por los menores. “Si los padres son, en efecto, espías”, deslizó con ironía una fuente al tanto de las tratativas, “quien se presente como pariente para pedir por esos menores tendría que mostrar evidencias probatorias de su parentesco que podría hundir aún más al matrimonio”.
En esa línea, en tanto, la jueza federal María Servini ya remitió a Eslovenia los resultados de una breve instrucción que desarrolló en Buenos Aires sobre los trámites que completaron Gisch y Mayer Muños para obtener la ciudadanía argentina, como así también la documentación respaldatoria que habían presentado.
Según consta en esa documentación, Gisch es o sería hijo de Helga Tatschke, una mujer que nació o habría nacido en la Argentina, el 17 de octubre de 1942, y fallecido en Viena, el 19 de junio de 2010. Su padre, en tanto, sería el austríaco Franz Gisch, en tanto que el presunto espía habría nacido en Keetmanshoop, Namibia, en 1984, cuando su madre tendría 42 años.
Mayer Muños, en tanto, nació o habría nacido en Grecia, también en 1984, y sería hija del también austríaco Josef Mayer y de Candelaria Muños, mexicana, la misma nacionalidad que declaró la presunta espía cuando solicitó la ciudadanía argentina, que obtuvo en 2014, para un año después acceder a su primer pasaporte argentino.
Ese mismo año, 2015, Gisch y Mayer se casaron en Buenos Aires, con dos colombianos como testigos. Así consta en la copia del acta de matrimonio que la jueza Servini remitió a Eslovenia, donde insistieron que ningún familiar argentino, austríaco, namibio o mexicano contactó por los menores a las autoridades locales desde que sus padres fueron detenidos el 5 de diciembre, hace casi siete meses.
Según trascendió, los chicos se encontrarían alojados junto a otros menores en un hogar con características distintas a las de un instituto de menores o a una casa de acogida. Su situación, de “orfandad transitoria”, se acercaría más a la que atraviesan en la actualidad muchos menores ucranianos que llegaron a Eslovenia mientras sus padres combaten contra Rusia.