ESTAMBUL.- Una vez más, Recep Tayyip Erdogan se volvió a imponer en las urnas y sumará al menos cinco años a sus más de dos décadas en el poder.
En la segunda vuelta de este domingo, el presidente turco se impuso por estrecho margen -52% frente a 48%- al que ha sido su adversario más difícil hasta la fecha, Kemal Kiliçdaroglu. El veterano opositor logró por primera vez unificar alrededor de su candidatura a una fragmentada oposición y forzar un ballottage. El resultado atizará el desasosiego entre los detractores del presidente, que temen una profundización de la deriva autoritaria de la última década.
“Completamos la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con el apoyo de nuestro pueblo”, dijo Erdogan tras adjudicarse la victoria. “Todos y cada uno de los miembros de la nación… una vez más nos transmitieron la responsabilidad de gobernar Turquía durante los próximos cinco años. Estaremos gobernando el país durante los próximos cinco años… Si Dios quiere, seremos merecedores de su confianza”, agregó.
Con este triunfo, Erdogan, de 69 años de edad, refuerza la leyenda de su imbatibilidad en las urnas, iniciada en 1994 cuando se convirtió en alcalde de Estambul. Ni tan siquiera la controvertida gestión del devastador terremoto que asoló el país en febrero y una economía maltrecha y con una inflación galopante han erosionado de forma sustancial su respaldo entre la población. Y es que, por encima de programas y promesas, estas elecciones se convirtieron de nuevo en un referéndum sobre su figura, amada y odiada casi a partes iguales en un país agriamente dividido.
En parte, el enésimo éxito electoral de Erdogan se debe a la utilización de forma partidista de todos los resortes e instituciones del Estado, así como el control de un 90% de los medios de comunicación. Como alegó Kiliçdaroglu, la contienda electoral no se disputó en igualdad de condiciones. Horas antes de la apertura de los colegios, el líder opositor denunció que las autoridades habían bloqueado el envío de millones de mensajes de celular a la ciudadanía por parte de su equipo de campaña. El AKP de Erdogan, en cambio, no encontró ninguna traba para llegar a los votantes.
El apoyo kurdo
Una de las claves de esta segunda vuelta era la tasa de participación, que en la primera batió récords superando el 87%. Una primera estimación de la Comisión Electoral apunta que ésta se situó en el 84%, más de tres puntos por debajo que hace dos semanas. La abstención en las zonas kurdas fue diez puntos superior al resto del país, lo que selló la suerte de Kiliçdaroglu.
El líder opositor contaba con el apoyo del principal partido kurdo, el HDP, pero su alianza de última hora con dos partidos ultranacionalistas turcos puede haber desmovilizado algunos de sus votantes kurdos. La campaña de la segunda vuelta giró alrededor del intento de ambos aspirantes de obtener el apoyo del 5% de votantes del candidato ultranacionalista Sinan Ogan en primera vuelta. El resultado final sugiere que no votaron en bloque, sino que se dividieron casi a partes iguales.
“La situación es mala, y no creo que mejore, gane quien gane”, comentó Emre, un veinteañero hijo del propietario de una tienda del gran bazar de Estanbul. “No creo que sea culpa de Erdogan, sino de la guerra de Ucrania y otras dinámicas internacionales”, añadó el joven, que se negó a revelar el sentido de su voto.
Su opinión refleja el sentir de buena parte de la sociedad. En un sondeo reciente, el 52% de los votantes decía confiar más en Erdogan que en Kiliçdaroglu para gestionar la economía. Este dato representa todo un fracaso para el aspirante opositor, que había puesto sus esperanzas en que la crisis económica le permitiría arañar parte de la base electoral de Erdogan. Con este resultado, habrá que ver si se mantiene la unidad de la oposición de cara a las decisivas elecciones municipales del año próximo.
“La oposición se equivocó en creer que la economía sería decisiva. En estas elecciones, han sido más importantes la seguridad y la identidad”, sostiene Omer Taspiran, profesor turco de la Universidad Johns Hopkins. A su juicio, aunque la inflación es alta, sobre el 50%, y los turcos han perdido poder adquisitivo, valoran más el hecho de que se mantenga el crecimiento económico y una tasa baja de desempleo. “Además, la oposición ni tan siquiera fue capaz de presentar un programa económico alternativo claro”, apostilla.
Erdogan ha logrado su sueño de presidir en octubre las celebraciones del centenario de la fundación del Estado turco. La única duda ahora es si este será su último mandato, tal como establece la Constitución, o si intentará alguna artimaña para mantener el poder de forma vitalicia, como hacían sus admirados sultanes otomanos.