Pampa Seca: los rostros y las historias detrás de la peor sequía de la historia

El campo, el sector más dinámico de la economía argentina con la generación de 7 de cada 10 dólares que ingresan por exportaciones, apagó su motor. Tras tres años consecutivos del fenómeno climático La Niña, que genera lluvias por debajo de lo normal, en el ciclo 2022/2023 vino el golpe final. Solo entre trigo, maíz y soja, la Argentina concluirá la campaña con una pérdida de más de 50 millones de toneladas.

Algo nunca visto en términos de derrumbe en volumen entre una campaña y la otra. Desde esa dimensión esta sequía es la peor de la historia. En 2008/2009, en medio de otra sequía, el desplome fue de 32 millones de toneladas. Además, también por el clima, hubo otra caída de más de 27 millones de toneladas en el ciclo de 2018. Ahora se están esfumando más de 50 millones de toneladas.

El efecto dominó ya está acá: cae el sueño de los productores que invirtieron en una “fábrica” a cielo abierto, la actividad en los pueblos, trabajan menos los contratistas y decenas de actores vinculados al campo. La previsión es que al país le faltarán más de US$21.000 millones por exportaciones. Todo en un año donde la escasez de dólares se siente e impacta en el clima de incertidumbre económica. Esta vez el campo no está para dar una mano al país.

Tras la sequía, a fin de año el trigo y la cebada aportarían al país US$4545 millones por exportaciones

La magnitud del impacto se ve, además de los números de la cosecha global, en los rindes casi mínimos en amplias regiones productivas, entre ellas la zona núcleo del sur de Santa Fe, el norte bonaerense y el sudeste cordobés. El lugar con las tierras más productivas del país ha sufrido una catástrofe por la falta de lluvias. Los registros impresionan: en Pergamino, en el enclave de esa zona en el norte bonaerense, según datos del INTA entre mayo de 2022 y abril de 2023 solo se contabilizaron 336 milímetros, el peor registro desde 1910.

Agobiados, tristes, preocupados por la situación de su actividad hoy y en el futuro inmediato, productores de las zonas más golpeadas hablaron a corazón abierto, en primera persona, en un documental realizado por LA NACION.

Entre otros, está el caso de Osvaldo Bo, un productor de Pergamino que, tras haber sembrado 240 hectáreas con soja, solo pudo cosechar 40 con rindes que, contra promedios de 30 quintales por hectárea, se derrumbaron a apenas dos quintales. Bo dejó el resto de la superficie sin recolectar porque no llegaba a cubrir los costos.

A Oscar Fernández, productor y contratista rural de General Arenales, en la provincia de Buenos Aires, la sequía lo llevó a algo extremo además de una feroz caída de rendimientos: tener que poner a la venta dos tractores y alquilar su campo para poder pagar el arrendamiento de las tierras que él había tomado para producir.

Más lejos, en el norte de Santa Fe, la sequía hizo estragos en otra actividad: la ganadería. Allí, en Tostado, el productor Gustavo Giailevra perdió unas 300 cabezas de hacienda por la falta de lluvias en la zona. La mortandad comenzó en diciembre pasado. Los animales comenzaron a perder peso y todo terminó en tragedia.

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