Cuando Alberto Fernández, en el sumun de su enfrentamiento con Cristina Kirchner, dejó trascender que si conseguía ganar la interna oficialista lograría “terminar con 20 años de kirchnerismo”, no hizo más que aplicar la lógica del conflicto político que pretendía desterrar del peronismo. Y que, desde allí, se desparramó como un reguero de pólvora que marcó a fuego las últimas dos décadas en la Argentina. El Presidente, que había participado de la etapa fundacional del espacio junto a Néstor Kirchner, se quedó finalmente a mitad de camino.
Auge, consolidación y declive de un populismo que se quedó sin plata
Fernández no consiguió derrotar al kirchnerismo, pero tras una administración que decepcionó a sus votantes, Cristina Kirchner tuvo que anunciar que no volvería a competir por la Casa Rosada. Claro que lo hizo con el estilo que patentó junto a su mentor: ubicando a la Corte Suprema de Justicia como la responsable de mantenerla “proscripta” con el objetivo de debilitar al peronismo. Ni siquiera en una etapa de declive en su popularidad, el kirchnerismo alteró su clásica estrategia de señalar al “enemigo”, que forma parte de su ADN político.
El emblemático conflicto con el campo entre 2008 y 2009, el señalamiento -a partir de ese momento- del Grupo Clarín como parte de los problemas del país y la designación de Mauricio Macri como el “adversario de derecha” deseado por Néstor Kirchner para confrontar con el “campo nacional y popular”, son los mojones que plantó el kirchnerismo en su construcción simbólica. También el enfrentamiento original con la “mayoría automática de la Corte menemista” y el postrero con los tres cortesanos a los que ahora acusa de jugar para la oposición.
En ese mismo papel fue ubicado el cardenal y arzobispo porteño Jorge Bergoglio por Néstor Kirchner antes de convertirse en Papa, en 2013, cuando Cristina hizo un giro copernicano para acercársele, una vez que comprendió que su figura había trascendido la política doméstica bajo el nombre de Francisco. El propio Bergoglio recordó pocas semanas atrás: “Algunos en el Gobierno querían cortarme la cabeza y (…) pusieron en duda todo mi modo de actuar durante la dictadura”. Es que la revisión de lo sucedido entre 1976 y 1983 también caracterizó al kirchnerismo.
Bajo esa lógica, Néstor Kirchner ordenó el 24 de marzo de 2004 al jefe del Ejército, general Roberto Bendini, que descolgara el cuadro del dictador Jorge Rafael Videla de la galería de directores del colegio militar de Campo de Mayo. Junto a la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y a la declaración de inconstitucionalidad de los indultos, el kirchnerismo impulsó la apertura de juicios a los militares implicados en crímenes de lesa humanidad. Lo hizo como parte de su construcción simbólica, con el apoyo de organismos de derechos humanos.
“La razón populista”
Entre quienes fueron funcionarios del kirchnerismo y también entre sus rivales destacan la influencia del filósofo y teórico político Ernesto Laclau, quien se convirtió en referente intelectual del matrimonio Kirchner, sobre todo a partir de la publicación de su libro “La razón populista” en 2005. El académico argentino, que llevaba más de 40 años viviendo en Londres y ponderaba la confrontación permanente como forma de ejercer el poder, también inspiró en Venezuela a Hugo Chávez. Y en la Argentina, integró el grupo Carta Abierta, que se formó en 2008.
El 13 de mayo de aquel año, con una mesa integrada por Horacio Verbitsky, Nicolás Casullo, Ricardo Forster y Jaime Sorín, se presentó la primera “carta abierta” de este grupo, que bajo la denuncia de un “clima destituyente” fue considerada como el punto de partida de la “guerra gaucha”, en una confrontación que puso -para no pocos analistas- la piedra fundamental de la “grieta” que polarizó a la política argentina, sin redundar en beneficios para la población ni para el desarrollo económico. Y que derivó en la derrota electoral de Néstor Kirchner en 2009.
Pasados los años y consultados por LA NACION, actores de esa época tan disímiles como Guillermo Moreno y Eduardo Buzzi siguen sin ponerse de acuerdo sobre los motivos que dispararon el conflicto. Mientras que para el exsecretario de Comercio la culpa original la tuvo Alberto Fernández -como jefe de Gabinete de Cristina Kirchner-, para el extitular de la Federación Agraria todo comenzó cuando el actual presidente y el ministro de Economía de entonces, Martín Lousteau, idearon el decreto de retenciones móviles para atenuar una suba al 65% que impulsaba Moreno.
“Eso fue un error garrafal de Alberto Fernández, de la socialdemocracia, de construir la interna desde la externa. No, no me hagas cargo a mi, de ninguna manera”, sostuvo Moreno en una entrevista con este medio, cuyos fragmentos más destacados se pueden ver en el video. El exfuncionario, también recordado porque en aquel tiempo tuvo a su cargo la controvertida intervención del INDEC, dijo que los integrantes de la Mesa de Enlace anunciaron las medidas de fuerza como si hubieran sido “cuatro generales que leen una proclama”.
Buzzi, que había transcurrido los primeros años del kirchnerismo en contacto con sus funcionarios, hasta que se dio cuenta que “el modelo que tenían era el de Benetton en la Patagonia, el de la estancia de un millón de hectáreas”, recordó que al salir de la primera reunión con el gobierno tras la suba de las retenciones lo hizo con un “desencanto” que luego se transformó en “enojo”. En cambio, sostuvo, los otros tres integrantes de la Mesa de Enlace, Luciano Miguens (Sociedad Rural), Mario Llambías (Confederaciones Rurales Argentinas) y Carlos Garetto (Coninagro) “no esperaban nada” de aquella administración.
En diálogo con LA NACION desde su pueblo J.B. Molina, en Santa Fe, Buzzi atribuyó la escalada de aquel conflicto a que el kirchnerismo “se dio cuenta de que había perdido la calle”, dado que los productores tomaron rutas y se congregaron en actos multitudinarios en Rosario y Buenos Aires, entre otras grandes ciudades del país, y “nos pusieron como enemigos para aglutinar a la jauría propia”. El dirigente agropecuario dijo que, al cabo de los años, le quedó claro que el kirchnerismo “habla desde la tribuna progresista, pero nunca hizo nada por los campesinos más pobres”. Y por eso mismo se quita el mote de “traidor” que le pusieron algunos que habían sido sus compañeros de ruta.
Hostilidad institucional
Alejandro Horowicz, autor del reconocido y clásico libro “Los cuatro peronismos”, aporta una mirada institucionalista de la tendencia del kirchnerismo a utilizar el conflicto como una metodología de construcción política. “Algo quedó claro a partir del conflicto campero, el suscitado en 2008 con motivo de las retenciones a la exportación de soja, y es que ningún gobierno K discute nada por afuera del hemiciclo parlamentario”, señaló. Y abundó: “Incluso dentro de los límites del Congreso -basta recordar el comportamiento del peronismo durante el gobierno de Mauricio Macri-, su hostilidad apenas excede la ruidosa chicana política”.
El ensayista y doctor en ciencias sociales puso de relieve que, aún en medio de las batallas políticas más encarnizadas, el kirchnerismo siempre terminó aceptando las votaciones mayoritarias del Congreso. Así sucedió con el famoso “voto no positivo” de Julio Cobos en la madrugada del 17 de julio de 2008, que infringió una durísima derrota legislativa al matrimonio Kirchner -algunos dijeron que por eso estuvieron a punto de abandonar el poder- y también con la Ley de Medios, el 10 de octubre de 2009, sancionada en medio del conflicto que el gobierno de entonces estableció con el Grupo Clarín. La propia Cristina Kirchner sostuvo el jueves por la noche, al rechazar un sesgo antidemocrático: “Hasta la Ley de Medios fue al Congreso”.
“No sé a qué llaman el conflicto con Clarín. Cada uno defendía sus intereses, porque Clarín defendía sus intereses y yo defendía los intereses del Estado”, enfatizó Guillermo Moreno, que también fue secretario de Comunicaciones y, como tal, firmó la resolución que habilitó la fusión de Cablevisión y Multicanal, el 9 de diciembre de 2007, el último día de la presidencia de Néstor Kirchner. Claro que tras el conflicto con el campo, el kirchnerismo cambiaría esa posición y le daría más juego a Moreno, tanto en la pelea con Clarín como en Papel Prensa, donde llegó a ponerse guantes de boxeo para irrumpir en una asamblea, lo que al paso de los años le valió una condena de dos años de prisión en suspenso.
La tendencia kirchnerista a la selección de sus rivales y a arrastrarlos al conflicto también se verificó con el Poder Judicial, lo que se agudizó desde que Cristina Kirchner fue condenada en 2022 a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos en la causa Vialidad, algo que la vicepresidenta considera una “proscripción” encubierta que condiciona su futuro político a un eventual fallo de la Corte Suprema. El inicio, en 2023, de un proceso de juicio político a los cuatro jueces del máximo tribunal en el Congreso parece, sin embargo, una reacción impotente que no replica la extraordinaria potencia kirchnerista de hace 20 años, cuando se llevó puesta a la “mayoría automática” menemista. Como se sabe, los años no pasan en vano.