Una cualidad vuelve particular a Javier Milei entre las figuras que pululan hoy por la política argentina: la radicalidad de sus propuestas. Desde su promesa de cerrar el Banco Central y dolarizar la economía, hasta la de fomentar la libre portación de armas o incentivar la compra-venta de órganos, el economista libertario no se caracteriza por esconder su ideología. Una cuestión que llama la atención de los especialistas, que ven, a través de sus sondeos, cómo ese fenómeno interpela cada vez más al electorado.
Es que nadie parece quedar indiferente a las ideas del líder de La Libertad Avanza. “Todas ellas generan conversación y obligan a la gente a tomar posición”, indica a LA NACION la analista Shila Vilker. La directora de la consultora Trespuntozero confeccionó junto a su colega Raúl Timerman un informe en el que analizan la pregnancia de las expresiones públicas de Milei en la sociedad, muchas de las cuales se convirtieron en propuesta formal de campaña esta semana, tras conocerse la plataforma con la que su fuerza política competirá en las próximas elecciones presidenciales.
En el trabajo, realizado a través de la técnica del focus group y a partir de 2634 casos, Vilker y Timerman dividieron las ideas del libertario entre “delirantes” y “debatibles”. En ese sentido, mientras que la dolarización es considerada su “mejor propuesta”, con la adhesión del 28,9% de los consultados, la que se posiciona como “peor” es la referida a la libre compra-venta “de bebés”, –algo dado a entender, pero nunca explicitado por el dirigente libertario– con un 27,2% de rechazo.
Las ideas “delirantes” son aquellas que se perciben “más inhumanas, poco empáticas y que lesionan el tejido social” y que incluyen la venta de órganos, el mercado de ventas de bebés, la eliminación de la obra pública y la obligatoriedad de la educación. Según indican los consultores, son los votantes jóvenes de La Libertad Avanza, más cercanos a Milei, quienes interpretan estas propuestas como parte de un planteo ideológico “complejo y profundo” que, reducido a sus propuestas, “parece ridículo, pero no lo es”.
En tanto, entre las ideas “debatibles”, la dolarización y cierre del Banco Central despiertan interés, aunque “rara vez” consiguen apoyo. “Tienen la virtud de ser una solución creativa y concreta al problema de la inflación, aunque puedan generar otros problemas”, explican los investigadores en el informe. En cambio, el cierre del Ministerio de la Mujer y la eliminación de subsidios no despiertan tanto interés, pero sí cierta aprobación.
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“El escenario de 2023 se rige tanto por la cuestión económica, que cualquier otro tema queda opacado”, apunta Vilker. Y añade que la dolarización funciona como un “slogan” y “una etiqueta sin tanto contenido explicativo”. Es que, según indica el informe, de los testimonios recogidos en los grupos focales se desprende una alta demanda social para frenar la inflación, a la par de una tendencia marcada a pensar que una implementación de la moneda estadounidense en la economía nacional permitiría solucionar casi “mágicamente” ese problema.
En esa línea, Vilker señala que son las ideas “más extremas” del dirigente libertario las que cosechan “un mayor grado de permeabilidad” en la juventud, sobre todo en el universo masculino, con una distancia del 20% en promedio respecto al femenino. En cambio, promesas como el cierre del Banco Central o la eliminación de la obra pública difícilmente logren interpelar a aquellas personas que vivieron como adultos la crisis del 2001. “Es en ese corte etario, de los más de 50 años, que se observa un grado mayor de rechazo a todas las ideas que conllevan alguna clase de ajuste”, precisa la analista.
En tanto, otro elemento a tener en cuenta es que un alto porcentaje (fluctuante en el 25%) de quienes dicen haber votado por Alberto Fernández en 2019 se muestran de acuerdo con distintas ideas que hoy hace suyas Milei. “Eso da cuenta de que un 12% del 48 que alcanzó el Frente de Todos en aquella elección se trataba de gente ‘sin identidad’, que hoy considera que podría estar bien la libre portación de arma, la dolarización de la economía o la eliminación de empresas públicas”, afirma Vilker.
Por otro lado, del estudio además se desprende la alta consideración que existe acerca de la obligatoriedad educativa, con niveles de adhesión entre los consultados equiparables a los del rechazo a la compra venta de órganos. Ese dato lleva a Vilker a definir a la educación pública como “un elemento sagrado” de la cultura argentina y a trazar un paralelismo entre ambos ítems: “Lo que se observa es que, para la sociedad, la educación pública puede ser asimilada, en términos de importancia, a un órgano”.
Sin embargo, si a esa opinión se la desglosa de acuerdo al nivel educativo de las personas, Vilker explica que, mientras que aquellos que cuentan con formación universitaria le dan un mayor valor a la educación, quienes tienen menor instrucción se muestran más abiertos a la posibilidad de que una virtual gestión de Milei convierta en optativa a la educación primaria y secundaria.
