Debilitado y ralentizado, el mercado laboral del país ingresa al calendario electoral sin las mejores sensaciones. El lejano envión de 2021 ya no basta. Hoy predominan los lastres y las asignaturas pendientes. Un preocupante punto de partida para la incertidumbre que toda elección política genera. Inexorablemente encaminados a completar un sexto año consecutivo de pérdida del salario contra la inflación, casi no existe trabajador argentino –de cualquier jerarquía– al cual las cuentas le cierren al final del día.
Cantidad no es calidad. El desempleo de 6,3% informado por el Indec para el cuarto trimestre de 2022 –el índice más bajo desde 2015– no refleja la realidad del trabajo. Entre noviembre de 2012 e igual mes de 2022, el empleo registrado privado solo creció 3,0% y el número de autónomos cayó 4,7%, mientras que el empleo público subió 27% y la cantidad de monotributistas, 42%. El empleo formal perdió calidad. Para peor, en el creciente universo de la informalidad, el letal combo de inflación más recesión castiga dos veces.
Excepto por oportunidades que persisten en sectores como el de las tecnologías de la información, y en bastante menor medida en la minería, la agroindustria y la energía y el petróleo, la demanda laboral hoy se frena, como la economía. Prudencia, prioridad dada al talento e incorporaciones selectivas predominan en el mundo del trabajo. Un mercado que, pandemia superada, ha incorporado a la hibridez y al trabajo virtual global como sellos dominantes.
¿Adónde puede aterrizar nuestro languideciente mercado laboral tras las decisivas elecciones de este año? ¿Hacia dónde debería evolucionar para sacarnos del pantano? Es claro que el único vehículo posible es una reforma laboral, diseñada con la mirada puesta en el futuro; una reforma que abarate los costos de contratación e incluya inteligentemente en el mercado registrado las formas de trabajo que crecen sin pausa.
Coraje y decisión política mediante, los cambios deberían federalizar el trabajo. Vaca Muerta, los proyectos en torno al litio y a energías renovables demandan talento y ofrecen oportunidades genuinas fuera del AMBA. Comunicación y capacitación deficientes conspiran contra las chances. Con menos de la mitad de los alumnos en la provincia de Buenos Aires que terminan el secundario y con apenas 14 que egresan con título universitario, de cada 100 que empiezan la primaria, es claro que el acceso al primer empleo se vuelve una cima inaccesible. Ojalá nuestro próximo presidente y sus equipos tengan en su agenda inmediata y prioritaria la educación y el trabajo. Sería toda una novedad.