La maldición argentina en el manejo político de la defensa de la mesa de los argentinos

Un reciente informe de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA confirmó que las subas interanuales en alimentos y bebidas siguen liderando la dinámica inflacionaria, con un promedio mensual del 9,5% durante marzo y abril que, anualizado, daría una inflación en alimentos del 197% anual. ¿Cómo se entiende que en un año donde el precio de los productos agrícolas experimentó una de las mayores bajas de los últimos tiempos el costo de los alimentos siga subiendo?

Durante mucho tiempo la clase política argumentó que las retenciones a las exportaciones se justificaban en la defensa de la mesa de los argentinos. En síntesis, alimentos baratos para la población. La ideología económica del gobierno actual y del anterior ciclo kirchnerista instaló en la comunidad urbana que la suba del trigo, el maíz, el girasol y la soja era la principal causa del aumento del valor de los alimentos. Y por este motivo los funcionarios daban sustento a esta hipótesis, justificando las retenciones a las exportaciones agrícolas.

¿Cómo se entiende que la soja tenga el 33% de retenciones para defender la mesa de los argentinos cuando que ese producto no tiene incidencia en el costo de la canasta alimentaria? El sector agroindustrial exporta el 70% del aceite de soja y solo el 30% va al consumo interno. Y en el caso de la harina de soja, se exporta el 90% y apenas el 10% se consume en el mercado interno.

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Desde enero último el precio de la soja bajó US$69 por tonelada, equivalente al 18%, de 450 a 380 dólares por tonelada, según el cierre a mitad de semana. El valor FOB en los puertos argentinos del aceite de soja se cotizaba a fines de diciembre de 2022 a US$1260 por tonelada y hoy lo hace a US$900, con una baja de US$360, equivalente al 29%. En el mismo periodo el precio del aceite de soja en la góndola sufrió un aumento del 15%.

El valor FOB en los puertos argentinos del aceite de girasol se cotizaba en enero a US$1260 por tonelada y hoy lo hace a US$880, con un quebranto de US$380 por tonelada o su equivalente del 30%. Mientras esto ocurría con el precio del aceite de girasol en el mercado internacional, en la Argentina, el valor del aceite de girasol en las góndolas aumentó el 15%, de 421 a 484 pesos la botella de 1,5 litros.

A modo de conclusión, la suba que en su momento se produjo en el precio internacional de las commodities agrícolas, que después ajusto a la baja, no fue la causa por la cual los alimentos se proyectan ahora con un aumento del 200% anual. Al contrario, los alimentos deberían haber bajado sus precios, cosa que finalmente nunca ocurrió ni ocurrirá.

¿Por qué? Porque la verdadera razón de la suba en el valor de los alimentos es el patrón inflacionario inercial que vive la Argentina, que depende de variables como la caída de reservas del Banco Central, la emisión monetaria sin respaldo ni contraparte de mayor recaudación, y el sostenimiento del gasto público en niveles exorbitantes. La deuda pública, de US$396.000 millones, equivale al 85% del PBI.

Las retenciones nunca fueron el fundamento real de la clase política para defender la mesa de los argentinos. El motivo concreto fue tener acceso a una caja que en 2022 le permitió recibir US$9600 millones. Lo grave es la pérdida de competitividad de la cadena agroexportadora. Entonces, para que la Argentina salga de la peor crisis de la historia en un tiempo razonable, las retenciones a las exportaciones deberían ir todas a cero.

El autor es presidente de Pablo Adreani y Asociados

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