La economía, entre la Mona Lisa y El grito

The Economist acaba de trazar una analogía muy valiosa para pensar la economía global. La llamó “el efecto Mona Lisa. En esa gran obra de Leonardo da Vinci, lo que resulta magnético es la ambigüedad. Al mirarla fijo, no se sabe si la intrigante mujer está sonriendo, siendo irónica, emanando un mensaje encriptado o sufriendo. Así está el mundo hoy: cada vez que lo miramos nos parece que ocurre algo diferente.

Contradicciones y paradojas emanan por doquier en lo que se dio en llamar la era de la “permacrisis”. Varios países están logrando bajar la inflación al costo de acercarse a la recesión.

Si hubiera que trazar la misma analogía entre el arte y la economía argentina, bien podríamos hoy adoptar también la Mona Lisa. Pero dados los escenarios que se están configurando, parecería que nos encaminamos hacia otra obra genial, pero mucho más escalofriante: El grito, del célebre artista noruego Edvard Munch.

Los pronósticos empeoran mes tras mes. La realidad termina siendo luego peor que los peores pronósticos. Proyecciones a futuro y certezas del presente están enfrascadas en una tenebrosa competencia por ver quién asusta más.

Todos los fantasmas han sido convocados de urgencia. Términos técnicos harto conocidos por la sociedad argentina, como devaluación, recesión y hasta hiperinflación, ya circulan por el torrente discursivo con resignada naturalidad.

El concepto de caos, al que se define como el “desorden o confusión absolutos”, entró en la agenda. Es lógico que en este entorno el sentimiento dominante que se esté apoderando de la psique colectiva, desde las elites hasta la base de la pirámide, sea uno solo: miedo.

Es sabido que la construcción es una de las actividades económicas que mejor anticipan el ciclo económico. La lógica del negocio, que obliga a proyectar a largo plazo, hace que su dinámica devele aquello que se está visualizando sobre el sentido potencial de los acontecimientos.

Los actores involucrados en esta extensa cadena de valor son múltiples. De hecho, el índice Construya, que monitorea los insumos que se vinculan con la actividad privada, agrupa a 12 compañías y sus correspondientes ramas de actividad (desde acero, aluminio y cemento hasta pinturas, griferías, cerámicos, caños y sanitarios, entre otros).

A pesar del aliciente tradicional que podría moderar el impacto –invertir pesos que se presumen algún día serán dólares usando así el “ladrillo” como refugio frente a la desmadrada inflación–, los datos oficiales de abril son de los peores desde el comienzo de la pandemia: nivel de actividad comparado con el mismo mes del año pasado: -12,4%. En el primer cuatrimestre el acumulado interanual es de -8%. Es decir, no se trata de un hecho aislado.

El carácter procíclico de este sector económico quedó demostrado en la prueba más ácida: el extenso confinamiento de 2020. Luego de que la actividad se desplomó el 74% interanual en abril de aquel fatídico año, en junio ya entraba en terreno positivo. El índice Construya nos avisó entonces que, contra lo que algunos vaticinaban y muchos temían, la gente volvería a consumir.

Apenas pudieron salir del shock los consumidores regresaron con furia. Lo harían más tarde en gran parte del resto de los sectores económicos. Los jugadores vinculados a la construcción, refacción y decoración pasaron de temer la quiebra a estar colapsados por una demanda extraordinaria en el verdadero sentido del término.

Eso ya es historia conocida. El punto es que no pararon de crecer hasta octubre de 2022. Un largo ciclo alcista. Desde entonces la caída es del 7%. La construcción privada entró en un ciclo bajista que ya lleva 7 meses y que se profundiza.

Como se produce desde un nivel muy alto, es poco perceptible todavía en la calle. Obviamente pueden verse obras en construcción por doquier. Pero la señal que están enviando los números puros y duros, cuando hacemos una lectura en prospectiva, no es buena.

No es el único sector del consumo donde las cifras ya están en rojo intenso. En el primer trimestre de 2023, las ventas en volumen caen 12% en comercios de indumentaria a la calle, 11% en farmacias y 8% en los autoservicios de barrio.

Mientras tanto, Luis Miguel agotó 10 shows en el Movistar Arena en pocas horas. Las grandes cadenas de supermercados cerraron el primer trimestre de este año con un crecimiento en sus ventas del 8,4%. Tienen “precios justos, cuidados y controlados”. Dos reconocidos bancos acaban de realizar promociones especiales para sus clientes: en sus sitios de comercio electrónico volvieron las 18 cuotas “sin interés”. Las productos “volaron” y las redes “estallaron”. Por citar solo dos de los tantos tuits: “Se me rompió el microondas. Lo compré en 18 cuotas sin interés y me llegó a casa. Felicidad”, “18 cuotitas, se derrite mi tarjeta”. Mona Lisa al cuadrado.

Los consumidores que tienen resto se pusieron en modo “ahora o nunca”. Todo acelera. En simultáneo, Ecolatina acaba de corregir para peor su proyección de escenarios macroeconómicos. La actividad podría caer, “si todo sale bien”, un 2,8%, y si se complica más todavía, un 4%. La inflación sería del 115% anual en el escenario más probable y 141% en el pesimista. Definitivamente, El grito.

Hay tanto consenso en las dificultades por venir como en las oportunidades que tiene la Argentina por delante si logra tener un plan articulado, ordenado y sustentable que destrabe la economía, corrija las distorsiones que abundan y recupere tanto el imaginario de futuro como la capacidad de atraer inversiones.

Agro, gas, petróleo, energías renovables, litio, minería, industrias del conocimiento, industrias creativas, desarrollo industrial de calidad global en sectores como el automotor, por ejemplo, turismo interno y externo, y otros sectores que en un mejor contexto podrían ser muy productivos y competitivos.

El tema será entonces cómo cruzar de un escenario al otro. Y qué hacer mientras se atraviesan esos tiempos de interregno, entre lo que es, lo que viene y lo que podría ser. Desde el punto de vista de la estrategia de negocios, habrá que trabajar para acotar la brecha entre deseos y posibilidades. Esa distancia se hará cada vez más creciente a medida que las circunstancias empeoren, si es que se cumplen los oscuros pronósticos de los economistas. El promedio de los que consulta el Banco Central es muy similar al de Ecolatina.

Podríamos operar con una matriz que desarrollamos en Consultora W. Tiene cuatro cuadrantes, que no son excluyentes. Ahorro, acceso, bienestar y oportunidad. En todos ellos hay múltiples acciones posibles para interpelar a consumidores que quieren más de lo que pueden.

Y yendo a una perspectiva más amplia, definiendo cómo pensar y actuar estratégicamente en un contexto de dificultades múltiples por cruzar y atractivas oportunidades por alcanzar, bien vale la pena repasar el modelo publicado por Tilman & Company en el informe “Sustentabilidad 2021″ que realiza todos los años S&P Global.

La matriz tiene 2 ejes: oportunidades/amenazas es el vertical, y defensivo/ofensivo, el horizontal. El mejor cuadrante es el de oportunidades cruzado con ofensiva.

Ahí lo que se requiere es mucha agilidad. Un valor central en el mundo actual de los negocios y la política. Si nos mantenemos en el área de oportunidades pero estamos a la defensiva, la clave es la adaptabilidad. Si vamos a la ofensiva pero en la zona de amenazas, habrá que agarrar el escudo.

Y si estamos a la defensiva frente a un contexto amenazante, deberemos ser resilientes para poder seguir adelante. En caso de hacer las cosas bien, podrían esperarnos Los girasoles de Van Gogh, con su luz, color, frescura y alegría. Por el contrario si en lugar de templanza, convicción, precisión y sensatez, caemos en el simplismo subestimando las dificultades y la necesaria pericia, y por ende las hacemos mal, tal vez debamos atravesar una visita poco agradable al Museo Reina Sofía de Madrid. Allí se exhibe una de las grandes obras de arte del siglo XX. Tan imponente como brutal y sombría: el Guernica, de Pablo Picasso.

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