“Buen día. Buenas noches para vos. ¿Estás para hablar?”. Son las 10 en la Argentina, las 00 horas en Nueva Gales del Sur, Australia, donde vive desde hace tres meses Carla Beltramini, una joven argentina de 29 años, que emigró con la idea de “afianzar el inglés” y vivir una experiencia distinta a la que tuvo junto a su esposo Santiago Ferro (30) en Europa. La pareja está a cargo del sistema de irrigación nocturno de un campo en ese país y relata la verdad detrás del sueño australiano. “Estoy”, responde con una sonrisa.
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Mientras habla con LA NACION y cuenta los pormenores que los llevaron a establecerse por un año en ese país de naturaleza extrema, la joven dice que estará de turno en ese campo de hasta 2400 hectáreas hasta las 7 de la mañana, para que el sistema de riego funcione perfectamente. “Está buenísimo, pero yo no la estoy pasando muy bien por el tema de las arañas y las víboras. Lo probé y no me gustó”, se sinceró Beltramini, quien en la Argentina estudió comunicación social en la UBA, mientras que su esposo cursó la carrera de Ingeniería Industrial en la misma casa de estudios. A través de sus perfiles en Instagram y Twitter cuenta, y se ataja antes la “realidad y sin mentirle” a la gente sobre la experiencia de trabajar en un campo en Australia.
“Somos los encargados del turno noche de la parte de irrigación. En la farm producen algodón, trigo y maíz. El sistema se alimenta de un río y una represa del campo, se abren distintas bombas y canales de agua que se llenan para irrigar los lotes. Tienen un sistema eficiente y eficaz, comparado con la Argentina que dependen de las lluvias y que ahora pasan por una situación gravísima por la sequía”, relató la joven.
El trabajo lo consiguieron a través de una página de Facebook, llegaron sin tener experiencia en el campo. Los trabajos de irrigación los realizan, por ejemplo, en lotes que van enumerados y de más de 1000 metros. “Hasta ahora estamos trabajando en el lote 15, por ejemplo”, contó. En el caso del maíz, el sistema de riego, dijo, se realiza sin parar durante un mes y medio o dos.
La idea de viajar a ese país la tenían desde antes de la pandemia, pero por el cierre de fronteras por el Covid-19 habían desistido. España fue la alternativa más viable: allí vivieron un año en Barcelona, y medio año en Mallorca, donde trabajaron en la industria del hospitality (turismo y otros servicos).
La modalidad más usual para acceder a un empleo en Australia, explicó, es armar una carta de presentación, en la que se expone la intención de trabajar en ese país, que se publica en grupos de Facebook donde varían las ofertas laborales. “Lo hicimos porque teníamos la edad justa para poder sacar la visa Working holiday, que con pasaporte argentino se puede hacer hasta los 30 años y Santi tiene 30; en mi caso, con pasaporte italiano, se puede hasta los 35″, explicó. La región donde está el campo es válida para extender la visa un segundo año.
“Yo no tenía experiencia en campo y es un rubro en el que me estoy dando cuenta que no es lo mío. En la Argentina pensaba que era capaz de poder adaptarme ante cualquier tipo de trabajo, de hecho, estando allá tuve que adaptarme a diferentes trabajos. Pensé: en el campo no hay nada que puede salir mal, es al aire libre, y en este caso no hay animales [ganadería] es todo cosecha y siembra. Creí que algo nuevo iba a estar bueno, pero hay ciertas cosas que no me gustan”, se sinceró.
Esa parte poco positiva de la experiencia, aseguró, es por la fauna peligrosa que caracteriza a Australia. “Es cierto que hay arañas, víboras y que pueden ser mortales, porque las podés tener en cualquier lado, en una ruta o en una habitación. Eso hace que lo que experiencia en el campo no sea tan cómoda, si no hubiesen estos animales, creo que las cosas cambiarían”, sostuvo.
En el balance que hace Beltramini, también está el aspecto positivo. “Estoy rodeada de gente de Australia y tengo cinco compañeros de trabajo de diferentes nacionalidades: de Francia, Polonia e Israel y seis de Australia. Nunca me hubiese imaginado compartir una cena con gente de estos lugares y poder conocer diferentes culturas, hablar de la vida de cada uno y lo que tienen para aportar. Eso es lo positivo, que voy aprendiendo un poco todos los días”, relató.
Al trazar un paralelismo entre el campo de Australia y la Argentina, indicó que allá también se trabaja “a sol y a sombra”. “No pasa solo en época de cosecha, ahora se terminó de cosechar el trigo y están trabajando en todo lo que tiene que ver con el cuidado del suelo: hacen largos turnos de noche. Yo, ahora, a las 00 horas, estoy trabajando y voy a estar hasta las 7 de la mañana”, recapituló.
Tal y como cuenta en sus perfiles, en el campo, dijo, les dan una habitación con baño privado, por el que pagan 40 dólares australianos por semana. Los sueldos, por ejemplo, como en su caso, que no tenían experiencia en tareas agrícolas, les ofrecieron en bruto 27,50 dólares australianos la hora (US$19,52 estadounidenses), que se transforman en 23 dólares australianos (US$16,68 de EE.UU.), por las cargas sociales e impuestos. En el tiempo que dura la cosecha, tienen gratis la comida dentro del campo. “Conozco a alguien que tenía experiencia en campo, sabía subirse a una cosechadora y arrancar, y ganaba 30 dólares (US$21,29 de los EE.UU.). Nosotros dijimos la verdad, por eso hacemos tareas de irrigación, donde no nos exigieron conocimiento técnico”, sintetizó.
Esta nota se publicó originalmente el 25 de enero de 2023