La semana pasada, el Banco Central (BCRA) apostó fuerte. Subió las tasas de interés en 10 puntos básicos -tras haberlas movido tres puntos más los días previos- y así alcanzó la tasa nominal anual más alta en 20 años. El objetivo fue que los instrumentos en pesos no pierdan atractivo luego de conocerse el dato de inflación de marzo (7,7%) y así intentar frenar el proceso de dolarización de carteras. Como resultado, los analistas del mercado consideran que se creó el escenario para un “nuevo período de ‘carry trade’”.
Se trata de una estrategia que consiste en invertir en instrumentos en pesos, mientras los dólares libres están calmos, para luego pasar las ganancias a moneda dura y obtener un rendimiento extra. Pero, para eso, se tienen que dar dos condiciones: que las inversiones en pesos le ganen a la inflación y que los tipos de cambio paralelos permanezcan planchados. Caso contrario, puede darse una pérdida en parte de la cartera.
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En primer lugar, en plena corrida cambiaria, el Banco Central decidió que la tasa nominal anual (TNA) se posicione en un 91% para los plazos fijos. Es un rendimiento del 7,48% mensual, una cifra que busca darle batalla a la suba de precios en los próximos meses. Si todos los meses se reinvierte el capital más los intereses ganados, da una tasa efectiva anual (TEA) del 140,5%. Por encima de la inflación proyectada para este año.
“Este sorpresivo incremento confirmó nuestra postura de que las subas en las tasas estaban más ligadas a la dinámica cambiaria que a la inflacionaria: las autoridades pretenden limitar las tensiones sobre la brecha cambiaria vía un fomento del carry trade”, consideraron desde la consultora económica Ecolatina.
Fue lo que les funcionó durante agosto y noviembre del año pasado. En ese entonces, las tasas resultaron atractivas y los dólares financieros (que venían de alcanzar un nuevo piso tras la renuncia de Martín Guzmán) se sumergieron en una suerte de “pax cambiaria” hasta fin de año.
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En paralelo, en los últimos días el Gobierno logró estabilizar la reciente corrida cambiaria. En parte, por la suba de tasas. Pero también mediante una fuerte intervención en el mercado de bonos, que lo llevó a desprenderse de algunos de los pocos dólares que le quedan en el Banco Central, y con nuevas medidas para operar los tipos de cambio financieros.
“En una mirada histórica cortoplacista, casi que podría no catalogarse como turbulencia financiera. Esto deja una sensación contradictoria, porque, por un lado, se trató de un leve salto del dólar financiero en términos reales que no lo llegó a niveles coincidentes con condiciones de ‘overshooting’, dando lugar por ende al comienzo de un nuevo período de ‘carry trade’”, consideraron desde Delphos Investment.
Es más, para los economistas, la reciente suba permitió que los dólares libres empaten a la inflación en el mismo período: treparon un 30% en cuatro meses. Por caso, durante el overshooting de octubre de 2020, cuando el blue tocó los $195, ajustado en términos reales serían unos $760 de hoy. El mismo ejercicio se puede hacer con la renuncia de Guzmán en julio, cuando el paralelo marcó un récord nominal de $338, que serían unos $590 actuales.
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“En otras palabras, el dólar financiero no llegó a niveles lo suficientemente caros para desalentar la dolarización y alentar las tenencias en pesos. Es por eso que creemos observar por lo bajo un proceso de dolarización que aún continúa, aunque ahora no tiene impacto en las cotizaciones debido a la intervención oficial. El problema reside en que los cartuchos con los que cuenta el Gobierno son limitados y, por ende, va a necesitar de refuerzos para contener la dolarización en este nivel, ya que la previa electoral y las condiciones de ‘no overshooting’ juegan a favor de la misma”, cerraron desde Delphos Investment.