En Europa se acabó el “dividendo de la paz”: ahora vienen las elecciones difíciles

NUEVA YORK.- En los tres años pasados desde el derrumbe de la Cortina de Hierro, los billones de dólares que antes se gastaban en ejércitos y sistemas para la Guerra Fría fueron gradualmente redirigidos al acceso a la salud, la educación y la vivienda. Pero esa época en que la seguridad quedó relegada en favor del crecimiento y el comercio internacional terminó abruptamente el día que Rusia invadió Ucrania.

“El dividendo de paz se terminó”, declaró recientemente la directora del FMI, Kristalina Georgieva, sobre las montañas de dinero que quedaron disponibles tras la Guerra Fría, cuando se achicaron los presupuestos militares. “Ahora el gasto en defensa tiene que aumentar”.

La imperiosa necesidad de enfrentar a la brutal e impredecible Rusia obligó a los gobiernos europeos a tomar decisiones presupuestarias dolorosísimas que afectarán de manera directa la vida de la gente. ¿Vamos a gastar más en tanques o en hospitales, en obuses o en maestros, en misiles o en rutas? ¿Y cómo se paga todo eso? ¿Subiendo los impuestos, pidiendo prestado, o ambas cosas a la vez?

La repentina necesidad de más seguridad se prolongará mucho más allá del eventual final de la guerra en Ucrania y llega justo cuando además hacen falta colosales gastos para paliar el vertiginoso envejecimiento poblacional y el potencialmente catastrófico cambio climático. La ambiciosa meta que se puso la Unión Europea (UE) de alcanzar la neutralidad de carbono para el año 2050 costará entre 175.000 y 250.000 millones de dólares anuales, y así durante 27 años.

“La presión del gasto será enorme en Europa, y sin siquiera contar la transición verde”, dice Kenneth Rogoff, profesor de Economía de Harvard. “Toda la red de contención social de Europa ha quedado muy vulnerable frente a estas grandes necesidades de dinero”.

Antes de que estallara la guerra en Ucrania, se esperaba que para 2026 el gasto militar de los países europeos de la OTAN alcanzaría los 1,8 billones de dólares, un aumento del 14% en cinco años, según una investigación de la firma McKinsey. Ahora se estima que durante ese período el gasto en defensa aumentará entre un 53% y un 65%.

Eso implica que cientos de miles de millones de dólares que se podrían invertir en el mantenimiento de puentes y rutas, guarderías infantiles, investigación contra el cáncer, reasentamiento de refugiados o las orquestas públicas serán redirigidos a las fuerzas armadas. El Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo informó que el año pasado el gasto militar en Europa registró su mayor aumento anual en tres décadas. Y el contador recién arranca…

Polonia se ha comprometido a gastar el 4% de su PBI en defensa, y el ministro de Defensa de Alemania solicitó 11.000 millones de dólares adicionales para el próximo año, un aumento del 20% del presupuesto militar alemán. Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, se comprometió a aumentar el gasto militar en más de un tercio para el año 2030, y a “transformar” las Fuerzas Armadas de Francia, que es una potencia nuclear.

Prioridades

Pero el debate sobre las prioridades presupuestarias se extiende a todas las capitales europeas, aunque esos cálculos de sumas y restas no sean explicitados a la opinión pública.

En Gran Bretaña, el mismo día de marzo en que el gobierno dio a conocer un presupuesto que prevé un aumento de 6250 millones de dólares en gastos militares, los maestros, médicos y trabajadores del transporte se sumaron a las huelgas por aumento de salarios y mejores condiciones laborales.

Y fue apenas una de una serie de manifestaciones de empleados públicos que se quejan del desfinanciamiento del Estado, la inflación de dos dígitos, y de las secuelas de la pandemia, que paralizó servicios esenciales como la atención médica, el transporte y la educación.

Rumania, cuya deuda pública viene en sostenido aumento desde hace años, se comprometió a incrementar el gasto militar de este año en un 0,5% del PBI. Y este mes acordó la compra de una cantidad no revelada de aviones de combate F-35, que tienen un precio de lista de 80 millones de dólares cada uno.

Si bien el aumento en gasto militar hará que el país alcance la meta presupuestaria que se propuso la OTAN, por otro lado también atenta contra los esfuerzos de Rumania para cumplir con los límites de deuda pública establecidos por la Unión Europea.

Pero donde el redireccionamiento del gasto público es más sorprendente es en Alemania, cuyo gasto en defensa prácticamente se licuó a partir de 1990, tras la reunificación de Alemania Oriental y Occidental. “El rubro de defensa siempre fue bueno para recortar gastos, porque no era muy popular”, dice Hubertus Bardt, director del Instituto de Economía Alemana.

Alemania, la economía más grande de Europa, siempre ha destinado menos dinero al Ejército que Francia o Gran Bretaña en términos de porcentaje sobre su PBI.

“Este es un punto de inflexión histórico”, dijo el canciller alemán, Olaf Scholz, el año pasado, al anunciar la creación de un fondo especial de defensa de 112.000 millones de dólares. Pero esa carrada de dinero no incluía el gasto en municiones. Y cuando ese fondo se agote, Alemania tendrá que encontrar 38.000 millones de dólares adicionales para ponerse al nivel de sus socios de la OTAN.

Rogoff, el economista de Harvard, dice que la mayoría de los europeos todavía no cayeron en la cuenta de la magnitud de los efectos a largo plazo que tiene el final del “dividendo de paz” que les regaló la Posguerra Fría. Esta es una nueva realidad, dijo Rogoff, “y los gobiernos también tendrán que encontrar un nuevo equilibrio de cosas”.

Patricia Cohen y Liz Alderman

(Traducción de Jaime Arrambide)

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