EREVÁN.- Desde hace días que las nubes no dejan ver la cima del monte Ararat desde esta capital. Armenia conmemoró hoy el 108° aniversario del genocidio de su pueblo en un día gris y lluvioso, bajo la amenaza de enfrentar una guerra para la que no está bien preparada. Las nubes no solo tapan al monte más sagrado para los armenios, también oscurecen el futuro de este pequeño país cristiano del Cáucaso.
Cómo todos los años, los armenios se movilizaron masivamente hoy para recordar los que ellos denuncian como una campaña sistemática llevada adelante por el entonces Imperio Otomano (hoy Turquía) a partir de 1915 para hacer una limpieza étnica en la que murieron 1,5 millones de armenios, un hecho reconocido hoy como genocidio por una veintena de países, entre ellos la Argentina. Pero este año se podía notar en la calle que la fecha estuvo más politizada por el bloqueo que Azerbaiyán estrecha cada vez más en el enclave de Nagorno Karabaj, que amenaza con conducir a los dos países a una nueva guerra.
Fuentes diplomáticas describieron la situación como “explosiva” y también admitieron la posibilidad de que el pueblo armenio sea blanco de una nueva “limpieza étnica” en Nagorno Karabaj. Un conflicto, además, arrastraría necesariamente a dos grandes potencias regionales: Turquía, que niega el genocidio y es el mayor aliado de Azerbaiyán, e Irán, aliado de Armenia que ya advirtió que no hay margen para redibujar fronteras. Pero sobre todo pondría a Rusia, el país que es garante de seguridad de esta región que formó parte de la Unión Soviética, en una nueva situación incómoda.
Pero el juego geopolítico de las potencias no era la mayor preocupación para los cientos de miles de armenios que salieron ayer para recordar a sus víctimas. En esta capital, que si bien está en el Cáucaso tiene aires europeos, prácticamente todos los habitantes tienen un familiar que murió en el genocidio o bien en algunas de las tres guerras anteriores con Azerbaiyán, la última de ellas en 2020 y en la que Armenia fue derrotada.
Se estima que un millón de personas salieron a la calle para recordar a las víctimas, uno de cada tres habitantes del país. La ceremonia empezó la noche anterior, con una marcha de antorchas liderada principalmente por jóvenes, que arrancó en la Plaza de la República, el monumental punto neurálgico de esta ciudad que fue construido durante los años soviéticos.
Durante todo el día de hoy, los armenios marcharon en procesión hacia la cima de un monte donde se construyó el Memorial del Genocidio Armenio, una austera estructura arquitectónica coronada con una pirámide agrietada, que simboliza la división del país. Personas de todas las edades y familias completas caminaron hasta ahí y depositaron flores frente a la llama eterna, en una ceremonia conmovedora y sencilla. Entre los participantes había muchos militares, a algunos se los veía emocionados y con heridas evidentes sufridas en combate. Oficialmente se estima que 4000 soldados murieron en la guerra de 2020, aunque extraoficialmente señalan que son casi el doble.
“Para nosotros los soldados son héroes y tenemos mucho respeto hacia ellos, así que muchas veces si vemos un grupo de soldados por la calle la gente puede parar y empezar a aplaudirlos”, cuenta Ani, que tiene familiares en Nagorno Karabaj. Habla en el cementerio de Yerablur, donde las tumbas con imágenes de jóvenes soldados caídos durante guerra de 2020 demuestran que en este país el dolor del pasado del genocidio se potencia con el dolor del presente.
“Los armenios están pasando por un momento muy difícil en su historia, yo diría que casi existencial”, resumió el embajador argentino ante Armenia, Mariano Vergara. “Desde 2020, Armenia es un país que sigue viviendo en estado de guerra. Hay un estado latente de guerra que no ha terminado y eso se siente, el drama de lo que fue para el pueblo armenio, la derrota en la guerra del 2020, se sigue sintiendo día a día en los familiares de los caídos”.
Las razones del conflicto
El conflicto entre Armenia y Azerbaiyán se remonta a los años que siguieron a la caída de la Unión Soviética. El principal foco de conflicto es Nagorno Karabaj, un enclave en el que viven unos 140.000 armenios dentro de un territorio internacionalmente reconocido como azerí. Nagorno Karabaj intentó instalar un gobierno independiente y los dos países se enfrentaron en tres conflictos.
La guerra de 2020 terminó con un acuerdo de paz promovido por Rusia, que desplegó 2000 tropas de paz entre los dos países y garantizó el acceso a Nagorno desde territorio armenio por el llamado corredor de Lachín. Rusia ha sido históricamente el árbitro para mantener el stau quo en la región del Cáucaso, pero la guerra de Ucrania desvío su atención y Azerbaiyán, un país gobernador con mano de hierro por el autócrata Ilham Aliyev, vio una ventana de oportunidad para buscar dos objetivos que le quedaron pendientes tras la guerra de 2020: recuperar el control de Nagorno Karabaj, pero también lograr continuidad territorial hasta Nakhchivan, un enclave azerí en territorio armenio.
La situación se volvió más dramática desde diciembre pasado, cuando empezó un bloqueo del corredor de Lachín de supuestos activistas ecologistas que se oponen a la minería ilegal, aunque desde Armenia no tienen dudas de que detrás está la mano de Aliyev. El bloqueo ha dejado aislados a los armenios de Nagorno Karabaj, que durante estos últimos cuatro meses conviven con escasez de alimentos y cortes de energía recurrentes. Aliyev les dijo que son libres de irse cuando quieran, declaraciones que en este pueblo herido por un genocidio fueron interpretadas como una amenaza de que los horrores podrían repetirse.
Azerbaiyán escaló la situación ayer en vísperas de la jornada de conmemoración del genocidio armenio, cuando anunció la instalación de un primer puesto de control en el corredor de Lachín, que generó el rechazo de los países occidentales y también de Rusia, que hoy hizo un llamado a bajar la tensión.
“Expresamos nuestra gran preocupación sobre la situación”, dijo hoy el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso en un comunicado, en el que calificó de “inaceptable (…) cualquier medida unilateral que viole” los acuerdos de 2020. “Llamamos a las partes a regresar inmediatamente a los acuerdos existentes”, agregó el comunicado.
La escalada está poniendo a prueba la histórica influencia rusa en esta región, y hoy la sensación que reina en Ereván es que la guerra puede estallar en cualquier minuto.