Antonio Aracre permaneció menos de tres meses como jefe de asesores de Alberto Fernández. Los servicios que prestó durante ese lapso son desconocidos. Sólo se puede constatar una prestación, ofrecida a Sergio Massa, el último día: servir de excusa a la disparada del dólar del martes pasado, cuando su cotización pasó de 408 a 418 pesos.
La salida de Aracre fue una exigencia de Massa al Presidente. Cuando el ministro se enteró de que el ex-CEO de Syngenta había presentado un plan antiinflacionario ante su jefe, en la Casa Rosada, el lunes al mediodía, quedó envuelto en llamas. Sobre todo, porque el encuentro había trascendido. Massa sabe el daño que produce que los agentes económicos comiencen a sospechar que existe un ministro blue. Es el esmeril que él aplicaba sobre Martín Guzmán, cuando organizaba asados en Tigre en los que, rodeado de economistas, evaluaba las medidas que tomaría el día que se hiciera cargo del Palacio de Hacienda. Con la inflación acelerada y el dólar en alza, Massa tembló al verse como el Batakis de Aracre. Fernández lo calmó decapitando al empresario.
El fuerte mensaje que compartió Malena Galmarini ante los rumores de renuncia de su esposo: “El final es cuando se vaya Massa”
El episodio podría ser sólo una anécdota, si no se tratara del desenlace de una tensión acumulada. El almuerzo con Aracre y su posterior defenestración terminaron de quebrar la relación entre el Presidente y su ministro de Economía. Si hacía falta una prueba de ese final, ahí está el tuit de Malena Galmarini, reproduciendo este mensaje: “Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa”. Doble sugerencia: 1. Massa se puede ir. 2. El dueño del Gobierno de Massa.
La exoneración de Aracre no consiguió ocultar el malestar más que por 24 horas. Ayer la moneda siguió devaluándose. El dólar paralelo subió otros 5 pesos. El Banco Central debió deshacerse de casi 200 millones de dólares de sus reservas. Y lo más curioso: no hubo ofertas por el nuevo dólar soja. El Gobierno no pudo frenar estas tendencias aun cuando, se presume, intervino en el mercado del contado con liquidación con operaciones de bonos. ¿No hubiera sido preferible que el asesor expulsado calentara motores por otro par de días? Se le podría seguir echando la culpa a él.
La compraventa de títulos sigue estando en el centro de una controversia. Massa pidió un dictamen a la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA sobre el canje de papeles en la Anses. Recibió una contestación mortificante. Los profesores Julián Leone y Daniel Miliá corroboraron lo que los mejores especialistas habían observado cuando se anunció la medida. Con bastante diplomacia, explicaron que el daño no lo sufre, en principio, la Ansés. Lo sufre el Tesoro, porque Massa entrega por monedas bonos que el Estado deberá pagar por su valor nominal cuando lleguen los vencimientos. En otras palabras, se endeuda en dólares a tasas estrafalarias. El pronunciamiento tiene un valor especial, porque Leone integra la cátedra del secretario de Comercio, Matías Tombolini. A propósito de Tombolini, una pregunta reiterativa que se escucha entre los importadores: ¿qué funciones cumple su esposa en la Secretaría, y qué son esos bolsos?
La consulta de Massa se infiltró en la interna de Juntos por el Cambio. En especial por la gravitación del radical Emiliano Yacobitti, principal aliado de Martín Lousteau, en la facultad. Yacobitti ayer hacía flamear el texto de Leone y Miliá. Y en su cuenta de Twitter emitió un mensaje curioso, en el que, para justificar la respuesta de la UBA, habla de pericias similares, pero solicitadas por el Poder Judicial en causas específicas. En la UCR, insidiosos, recomendaban ayer preguntar por esos documentos. La pelea con los Macri está lanzada.
El fracaso en el intento de detener la escalada del dólar impacta sobre los precios y comienza a desafiar a Massa en otro campo: el Congreso estableció que, cuando la inflación supere a la que se proyectó en la Ley de Presupuesto, el ministro está obligado a volver a las Cámaras para obtener una nueva autorización para los gastos.
Sin embargo, es en la imaginación de Massa donde el alza del dólar y la carrera de los precios se vuelven más corrosivas. Él sigue tejiendo alianzas para su candidatura presidencial. Ya se conocen sus complicidades con “expertos en mercados regulados”. Ahora gestiona una asociación con la CGT, que se comienza a enredar por el deterioro del salario. Con 7,7% de inflación hasta a José Luis Lingeri se le vuelve inevitable defender a los trabajadores. Ayer la cúpula gremial emitió un comunicado en el cual, en vez de criticar al Gobierno, pide a la oposición que se sume a un acuerdo económico-social de largo plazo. Habrá que ver cómo se comportan los mercados hasta el 1º de Mayo. Para esa fecha los sindicalistas tienen pensado realizar un acto en algún estadio, en el que Massa ocuparía un lugar central. Faltan 10 días. Una eternidad.
Para que el acercamiento gremial sea más incómodo, desde al ala izquierda del kirchnerismo mortifican al ministro en nombre de la justicia social. Ayer fue Juan Grabois, quien después de adelantar que “a nosotros Massa no nos conduce ni a la esquina”, tuiteó un texto en el que Juan Perón decía: “Los poderosos causarán tanta inflación, que los confundirán y dividirán, y ustedes elegirán como conductores a los verdugos que manejan la guillotina”.
Massa tiene la expectativa de que la CGT lo acompañe en un reclamo ante el Fondo Monetario Internacional, para flexibilizar las metas pactadas para el programa económico. Massa pretende aprovechar la visita que Sergey Lavrov a Brasilia para aplaudir el proyecto de Lula da Silva de mediar, asociado a China y a los Emiratos Árabes, en la guerra contra Ucrania. En especial la malhadada afirmación de Lula acerca de que “la decisión de la guerra fue tomada por dos países”. Una declaración más incomprensible si se recuerda que Brasil fue el único integrante del club BRICS que condenó la invasión rusa. Joe Biden criticó a Lula por “repetir como loro la propaganda de Xi Jinping y Vladimir Putin”. Y Putin lo invitó a visitar el Foro Económico de San Petersburgo.
Esta jugada diplomática de Brasil es utilizada por el ministro de Economía para conseguir el favor de Washington en la negociación con el Fondo. Con el mismo objetivo Massa viajó a República Dominicana para entrevistarse con Wendy Sherman, la responsable de asuntos de seguridad internacional del Departamento de Estado, que Biden designó para monitorear la relación con la Argentina. ¿Podrá alinear al Gobierno en la puja geopolítica? Hace pocos días una misión de funcionarios chinos fue recibida con algarabía en el Ministerio de Defensa para examinar la compra de aviones de guerra de ese país. Es una de las alarmas que motivó el viaje de la generala Laura Richardson, la jefa del Comando Sur, a Buenos Aires. La vicepresidenta todavía no se pronunció sobre estos alineamientos argentinos y brasileños. Apenas aclaró que Richardson no rechazó una reunión con ella, porque ella no la pidió. En cambio Alicia Castro, desde el borde izquierdo del oficialismo, se burló de que Juan González, el responsable de América Latina de la Casa Blanca, se refiera a Massa como “Sergio”. El abismo económico desordena más y más la política.
El ministro pretende, en una de sus alternativas, que Kristalina Georgieva adelante los desembolsos de todo el año. Una hipótesis muy ambiciosa, sobre todo por la probabilidad de que el Fondo la acepte con la condición de un ajuste más claro de la economía argentina. Sobre todo, en el plano cambiario. Georgieva tampoco tiene tanto margen de maniobra. En el Fondo pesan las voces de Alemania y de Japón, que no son tan condescendientes como la de Estados Unidos. Además, la búlgara está expuesta a ser denunciada por manipulación estadística: las proyecciones con las que se maneja para elaborar la contabilidad de la Argentina se están volviendo irreales, por la marcha de la inflación. No sería la primera vez que recibe ese reproche. Ya le pasó cuando se desempeñaba como economista del Banco Mundial.
Massa debe establecer su candidatura sobre este tembladeral. Devorado por la ansiedad, emprende actividades contraproducentes, que lo exhiben desconectado del drama que, se supone, debería resolver. El día en que el peso se devaluaba casi 4% contra el contado con liquidación, él dedicó el almuerzo a fotografiarse con el rionegrino Alberto Weretilneck y, sobre todo, con el neuquino Rolando Figueroa. Una forma de burlarse de Alberto Fenrnández, pero, más todavía, de humillar a Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, que habían apoyado al candidato a gobernador. Figueroa lo ayudó: todavía no tuvo tiempo de enviar a Macri ni a Larreta siquiera un tuit de agradecimiento.
Mientras Massa trata de respirar entre las llamas de la inflación y el dólar, su colega Eduardo “Wado” de Pedro se reúne con gobernadores del Norte. Habla de “nuestro gobierno”. E insiste con que hay “funcionarios que no funcionan”. Al cabo de los meses esa frase fue trepando el escalafón y ya cabe imaginar que alude al Presidente. De Pedro tiene el aval cada vez más explícito de La Cámpora. El temor de un drenaje de votos hacia la ultraizquierda aconseja a Máximo Kirchner a buscar un candidato que refuerce la propia identidad. Allí también son sensibles al mensaje de Grabois: “Massa no nos lleva ni a la esquina”.
El despliegue de De Pedro confirma la idea de que un sector importante del kirchnerismo a ultranza descarta la candidatura de la vicepresidenta. No son todos. Dirigentes como Axel Kicillof o Andrés Larroque insisten en pedir que se postule. Es un “operativo clamor” que puede ir mutando en “operativo reproche”. Es decir, un llamado a que ella se haga cargo de la responsabilidad histórica de salvar de la catástrofe al experimento que inventó. ¿Todavía hay espacio para evitar ese naufragio?
En la penumbra maquina Daniel Scioli. Busca el apoyo de Cristina Kirchner. Pero su candidatura plantea un problema delicado: ¿Massa se quedaría en Economía trabajando para uno de sus peores enemigos? Para ponerlo en términos de Malena Galmarini: la candidatura de Scioli podría determinar el final del Gobierno.
El duro documento de la CGT por la inflación y la pobreza que pone en alerta al Gobierno y a la oposición
El acercamiento de Scioli a la señora de Kirchner hace que el voluble Fernández cambie de preferencias. Ahora mira con simpatía que se postule Agustín Rossi. También alienta a Victoria Tolosa Paz, que este fin de semana se lanzará para una candidatura todavía indefinida. Sólo le queda por ubicar a Santiago Cafiero. ¿O será el “tapado”?
El clamor para que la Presidenta se presente se confunde con otro clamor, para que el Presidente desista de cualquier candidatura. Tal vez haya que esperar al 18 de mayo, cuarto aniversario de su postulación. Mientras tanto su figura se va aracrizando. Ayer aprovechó que Massa no asistió al foro de empresarios del Llao Llao para también él ausentarse. Estaba previsto que hable vía zoom. Pero, diez minutos antes, avisó que no podía. En el salón hubo un aplauso. El pretexto de Fernández fue que estaba impedido de participar “por lo de Aracre”. El último servicio del jefe de Asesores a un gobierno que hace tiempo perdió la orientación.