CÓRDOBA.- “Club de solteros” es la evolución de un emprendimiento que nació en la ciudad de Córdoba en 2016 y que en 2020, poco antes de la pandemia, desembarcó en Oporto (Portugal), para después expandirse a Madrid y Barcelona. Pandemia de por medio, logró 2000 membresías activas, por las que se pagan ocho euros mensuales; la otra opción es pagar por salida organizada, 15 euros. La creadora es la cordobesa Ivana Franco, comunicadora social que dejó los medios para emigrar y apostar a esa idea.
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“El origen se remota a una experiencia personal -cuenta a LA NACION desde Portugal-. Terminé una relación de pareja y la mayoría de mis vínculos sociales tenían que ver con él. Se dio que armamos un grupo de amigos y empezamos a compartir diferentes momentos. Me hizo muy bien y ví que necesitaba compañía, que no es necesariamente una persona”.
El club tiene como objetivo precisamente ese: organizar salidas a un bar en grupo. “No se trata de quedarse en el chat; es trillado pensar en el soltero y vincularlo con que quiere citas. Eso ya genera mucha presión y lo que se busca es una salida relajada, que alguien les organice actividades, que otro lo ayude en la vida social que suele quedar para el último porque, en general, están muy ocupados”.
Franco subraya que la “diferencia” entre su emprendimiento y lo que existía es que “conecta para verse; nos expulsamos del chat y nos ponemos en un punto de encuentro”. El club está organizado por ciudades y las salidas son en grupos base de seis personas. Los que se acercan están organizados por edad.
“El público de más de 30 años no siempre busca una fiesta -insiste-. Esa es la primera alternativa que le dan y, después de estudiar mucho el perfil, vimos que le gusta la charla, el cara a cara. No nacimos para propiciar citas; más allá de que después, como en cualquier grupo de amigos, pueden surgir parejas”.
La creadora de Club de Solteros cuenta que Córdoba fue un buen grupo de partida porque es una “ciudad amigable” y, con el tiempo, hizo algunos ajustes. No organizan “eventos ni actividades” como una fiesta o un trekking, “si se da que lo haga el grupo; nosotros nos limitamos a coordinar la salida al bar que, con membresía, es semanal”. Para los mayores de 48 años, directamente se ofrece el pago por encuentro organizado.
Franco admite que lo “lógico” hubiera sido comenzar en Europa por España, pero decidió Portugal porque “romper el límite del idioma y funcionar implicaba quebrar la primera restricción y demostrar que la propuesta es universal”.
Usó sus ahorros para “analizar el perfil” de los solteros y para prepararse ella misma para seguir con el emprendimiento ya que ni bien llegó a Porto comenzó la pandemia del Covid-19. Además de las membresías, cuentan con marcas que acompañan al club.
Dice que no dejó la comunicación, sino que la practica “de otra forma; tuve la oportunidad de estar en medios pero ahora es otra faceta, la de empatizar, la de hacer amigos”.
Los grupos que se van formando están abiertos a nuevas incorporaciones, “habrá siempre una novedad” aunque los nuevos miembros también se van distribuyendo para que el número permita la charla. Cada chat tiene una coordinadora responsable, los integrantes sugieren bares y zonas y el día antes del encuentro, reciben las coordenadas.
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“Nosotros quedamos detrás de escena, coordinamos y después ellos se manejan. Cada uno recibe un rótulo con su nombre y su edad, nada más. Los intereses los cuentan allí, se conectan entre ellos”, afirma Franco, quien advierte que después de la pandemia el interés por las reuniones cara a cara se “revitalizó”. El club, el año pasado, también estuvo activo, además de en la Argentina en España y Portugal, en Colombia, Chile, Venezuela, México y Ecuador.
“Socializar no es una capacidad innata aunque parezca lo más natural del mundo. Por lo tanto, valorar espacios de charlas como encuentros facilita la integración y este tipo de propuestas se convierten en el nexo de unión que buscamos para que suponga un esfuerzo de todas las partes”, resume Franco.
Fuente: La Nación. Ver nota completa.
